
Arriba,
el cielo,
con sus cupidos moribundos.
Abajo,
vos y yo,
con nuestras áureas de melancolía
teñidas de irreverente pasión.
Afuera,
azul.
Adentro,
oscuridad con pretensión de renacimiento.
Vos,
puliendo las escaleras de tu apetitoso infierno;
salpicando mi lengua con el estigma de tu gozo.
Yo,
complaciéndote;
eternamente tentada
por el fuego de tus rocanroles,
libando tu miel de desertor del paraíso...